Malabares para que un estudiante llegue a fin de mes

Vais a permitir que emplee este post de forma egoísta y como ejercicio terapéutico y expositivo de las problemáticas del arrendatario común (principalmente en Madrid) con su caseroLo primero antes de hablar del trato del arrendador (que es de traca) es recalcar lo caro que es una habitación en Madrid (los estudiantes pagan 394 € de media por alquilar una habitación en la capital). El problema es evidente: un estudiante o un recién licenciado que tenga como único ingreso una beca o la exigua remuneración que perciba por unas prácticas, no puede pagar casi 400 € al mes (sin incluir los gastos de luz, agua e Internet) por vivir en Madrid. 
Dicho esto y para los que consiguen llegar a fin de mes con una dieta rica en pasta y arroz a la cubana (y unas cañas en alguna franquicia low cost, por supuesto que sí), su relación con el propietario, auguro, será entretenida. El arrendador madrileño es veterano, frío, calculador, duro en la negociación, exigente en el pago puntual de la abultada renta que percibe y extremadamente tacaño a la hora de acondicionar y amueblar en lo más básico la vivienda arrendada, que al fin y al cabo, es suya.
Vayamos al caso concreto y a la comparativa. En Madrid alquilar un piso de 3 habitaciones puede rondar (en una zona decente) entre los 1.000 € y 1.200 € al mes (aunque podemos encontrar pisos más baratos o más caros) por el contrario en una ciudad como Huelva o Albacete podemos encontrar ese mismo piso por unos 500 €. No digo esto porque el precio sea exagerado o injusto (aunque lo es), es claro que pagas la zona, hay un mercado de oferta y demanda, etcétera. Lo que sí pienso es que percibiendo los arrendadores en Madrid el doble (o más) que en otros lugares por el alquiler de un piso similar, lo lógico es que el casero madrileño fuera el doble de solícito o más que su homólogo de Albacete o Huelva a la hora de realizar esas pequeñas reparaciones que son la salsa en la vida de los inquilinos (lavadoras que pierden agua, televisiones que fueron testigo del La la la de Masiel, muebles carcomidos o paredes por las que no pasa un brochazo de pintura desde la época de Cuéntame), pero nada más lejos. Las respuestas a tan irrazonables exigencias (formuladas con cobardía por el ingenuo inquilino) van desde un seco "no te lo voy a comprar/cambiar", pasando por "no puede ser, estáis siempre igual" (eso a la primera solicitud) y terminando por "el piso venía así". La cara del inquilino es como la que se nos quedó a todos con el robo de Corea en el Mundial de 2002.
Lo peor de todo es la suficiencia del propietario, quién, ebrio de sensación de poder, ante la avalancha de inquilinos que tendrá si su piso quedara vacío, literalmente pasa de acondicionar la vivienda como es debido, y todo ello percibiendo entre unos 1.000 € y 1.200 € al mes en el caso propuesto, lo que supone bastante más que la media salarial española. Ante esto no queda otra que decir; Olé, olé y olé (si te lo tomas con deportividad).
Otro día hablaremos de las cláusulas de desistimiento anticipado en los contratos, las fianzas y las empresas intermediadoras.
Así es, hasta luego

Comentarios

Entradas populares de este blog

La canción protesta

¿Qué culpa tengo yo?

Eres pobre